Thursday, November 30, 2006

Impresiones de Antioquia X - Pérdidas



IMPRESIONES DE ANTIOQUIA X

Pérdidas

- El destino de todo viaje -


2 de abril de 2006

_____________Por Marcelo Meza

Algo se ha perdido en Antioquia. ¿Quién me puede ayudar?
No es de piedra, ni mirada larga, no es la caña como arena ni su dulce interior.

¡Ayúdenme, tengo miedo!
Antes lo tenía… ahora…

Como si las alas enfermas de distancias quisieran arrancarse de la espalda de palo. Cantando a los ojos una diadema muerta. Estoy ebrio de cariño y a punto de vómito constante, he de parir mil tormentos, así es y así ha sido siempre la ponzoña del amor.

Así lo llama este caminante perdido. Quizás ustedes y otras especies distintas rotulen el estado mío como una locura enfermiza.
Loco soy. Déjenme vivir en el delirio de esos ojos, con la maldad de ese pelo brillante. Quiero enloquecerme en esa fuente de ilusiones. Que mi mayor alucinación sea verme al espejo con esta sonrisa radial rompe cara.
Entonces si, que me traten como el mas chiflado de todos, que la algarabía de lunáticos toquen corneta y matraca. No me importa ser el hazmerreír del pueblo ni caminar desnudo por las calles de mi familia. Ante la belleza me inclino y frente a la razón me doblego. Si el honor cruza la brecha no dudo en rendirle homenaje porque sólo la alegría del sufrimiento del alma late enamorado en la redención de todo dolor.
Quiero vivir el juego grande de lo que lo dan todo.

¿Dónde se habrá metido?

Es como un suspiro pero no tan blando. Lo he perdido. Si me dicen que lo vieron dejaré todo para correr a su encuentro, aunque sea para atrapar su pasado quebrado y marchito. Porque la angustia de la renuncia es inaceptable, al menos a mi edad. Ese será mi peor flagelo y espina feroz en el vientre. Cada vez que la porfía se ensañe con la privación de lo imposible seré su cándido reflejo de una buena intención. ¡Sólo quiero lo imposible, lo que no me conviene! ¡L aventura desmedida! Si no puedo tenerla, si no puedo acercarme, entonces no quiero nada.

Me dejo a un costado como si fuera una calumnia. No quiero que te enojes cada vez que te pronuncio con mi amor ahogado y sordo hasta despuntar un sol.
¿Quién será el de la noticia? Quien encuentre mi pérdida quizás esté gordita y ave a parirme un maizal ajeno. Arepa grande en los labios nos acuna como niños ya tantas veces acurrucada en tu aliento de luna. ¡Dame esperanza quieta! ¡Que me enjaulen por dislate! Prefiero perder los sueños en la montaña que morir solo en la llanura gris.
¡Ay, que me falta el aire de tanto pecho fugado! ¿Lo buscarán agazapado detrás del aguardiente? ¿O debajo de los tulipanes?

Encuentro destruidos los resortes que me enseñaron en la niñez. LA puerta está maltrecha, cada ventana es olor a podrido, escupe sapos, y hasta la chimenea fue violada. Así, tan sin nada, me escarbo hasta la astilla madre, ya no seré esclavo de los nombres ni de los años de plástico. Asesino de mis funerales me prefiero en mi caos que en la cima de todos los títulos absurdos. Antes se aferraba demasiado a mi cuerpo de lata como un animalito asustado, capaz de morirse de miedo ante el paso principal. Ahora lo busco yo, quién sabe su destino. Quizás lo han robado y tan fácil se entregó a la voluntad de la mañana. Sólo soy un momento. Un momento errante. Un herrumbre sin patas ni relojes corsarios. Porque es el tiempo un enemigo implacable. YA no. Ahora soy instante. Y con ese crepúsculo de alegría podemos construir universos impensados. Lágrimas de mundo, odas estelares.
Si yo viniera a ser un eco del pasado entonces ya no querría vivir. ¿Para qué? (Paraguayo)

Festejo el pequeño milagro de grano de maíz. Se levanta, nos invita tantas veces comos a necesario a crecer. A veces, y muy de vez en cuando, le hacemos caso al canto sagrado, entonces parimos mares y caminos largos.
¿No ven, no se dan cuenta que tanta sonrisa grande me ha robado todo? Que la falta de falta ha concluido. Que ahora soy circense, madera seca, canto rodado y yesca, estopa sin vocales. Se me ha perdido, acá en bolso de las buenas costumbres no está.
Extasiado por la altura ácida de sus cumbres puede ser que lo haya largado a volar creyéndose gigante, pintándose los ojos con estrellas de guarapo. Abre su boca y nace un tambor y de este un ritmo oscuro y retumbante. El sexo y su ritmo paren sombras y es ahí cuando me crezco de nuevo en una duda, mi pecho joven explota como dos manos vírgenes a punto de mariposas. Se me ha perdido. ¡Que me lo devuelvan!
Se me ha perdido en Antioquia el corazón.

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Marcelo Meza - Derechos reservados © 2006 - 2 de abril de 2006

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