Thursday, November 30, 2006

Impresiones de Antioquia XI - Lejanías


IMPRESIONES DE ANTIOQUIA XI

Lejanías

-De distancias y preguntas -

9 de abril de 2006



_______________Por Marcelo Meza

Al fin la distancia nos lastima nuevamente. No tiene remedio, se suma a la verdad indiscutible que emana de cada viaje. Es insoportable pensar que todo lo vivido ha quedado atrás como eso que se deja tirado en el fondo del patio del olvido, cual trasto inútil destinado a desaparecer. ¿Será, al fin, la distancia quién nos mate lo más querido?

Yo sé que un viaje – cada viaje- por más especial que este sea, es un resumen de la vida. Tiene un principio y un fin. Ningún elemento ha de perturbar al otro, quizás todo lo contrario. Y, conjuntamente, en un todo producen placer y congoja.

No quiero referirme a eso. Hablo de la distancia real, de la distancia que se produce entre las almas cuando sucede que se separan. Separados, ahora, comienzan una nueva experiencia, distinta. Ayuda, enriquece y, sin embargo, nos sentimos pobres. Estando cerca nos creemos plenos, aveces no comprendiendo la importancia ni el valor del encuentro y en realidad somos menos ricos. Es una paradoja de tantas que nos visitan en este mundo de mortales. La pregunta es: ¿Qué hacemos con este sentimiento? (el argentino tiene una respuesta grosera a esa pregunta)

Cuando el Paisa se refiere a una incapacidad propia o que una situación lo supera dice así: “No soy capaz de...” “No soy capaz de mantener una relación a la distancia...” Quizás sea eso lo que mi corazón me dicta en un susurro. Tal vez no sea capaz de soportar tanto cariño, tanta amabilidad, tanto resultado de seres que luchan por ser así.

Me imagino a muchos de ustedes al leer estas palabras. Veo sus ojos como si no tuvieran respuesta a esto, como yo.

En este mundo de cosas concretas lo real es lo que sucede, jamás lo que se supone, lo que se planea, la ilusión y mucho menos los sueños. Yo digo que esto no es cierto, que lo real es lo que se da y no lo que se guarda aunque ocupe un espacio, tenga nombre común, abulte la billetera. Lo que se da, hoja suelta, que trasciende. Eso tiene vida propia, siente sus auténticas aventuras. No es tan vulnerable como parece. No es dinero que se gasta. “Vil metal” (mortal) que se gasta peor que los zapatos. Porque por los zapatos, al menos, guardamos cariño, el cariño de haberse amoldado a nuestras imperfecciones pédicas. Al paso de los años nos resistimos al cambio por los nuevos aunque tengamos los dedos afuera. Es más, creo que eso dado, ese cariño, esa amistad, el compromiso ofrecido de dos almas, suele tener una vida de crecimiento.

Claro, hay tarea para hacer. ¡Nos ocupan tantas cosas! ¡Que esta vaina, que aquella otra...! Nos agobian las responsabilidades y nos ocupan los compromisos. Si digo “Que vivo enamorado” me tratan de loco. Me preguntan cuanto gano por año para decir semejante ridiculez. Es verdad, sea lo que fuere, rico o pobre, nada, ningún argumento es suficientemente fuerte para vencer estos pensamientos, tiempo de hoy: globales.

Quiero vivir en la provincia de los generosos, de los de gran espíritu. De los que abren el corazón a los amigos sintiéndolos hermanos. Esa comunidad de personas grandes es la que quiero amar.

Ayer me imaginé anciano. Y le hice muchas preguntas a ese abuelo que era yo. Le pregunté de su familia, que era lo que más preciaba. ¿El trabajo?, ¿La salud?, ¿El dinero?, ¿El status Quo?, ¿El poder? Qué había pasado con su vida. Como esta es una hipótesis le dejo a ustedes el ejercicio de las respuestas. ¿Qué diría el anciano de nosotros en el futuro acerca de lo que hoy nos parece sumamente importante? ¿Estaremos perdiendo el tiempo en un “Oasis” de alucinaciones? Solo tengo preguntas. Las respuestas nos dejan satisfecho. A mi me gustaría dejarlos con hambre. Porque el que piensa tiene hambre, no se conforma. Las respuestas son distancias del crecimiento. Las preguntas nos acercan a las dudas y esto, lejos de lo que nos han enseñado, es el verdadero culto del intelecto. Se decía que un interrogante es “un disparador”. Prefiero una imagen menos violenta. Una pregunta para mí es una “oportunidad” para aprender, para compartir ideas.
Ahora que lo pienso bien, entonces, la esencia del mate sería una pregunta a la distancia... mmmmm no está nada mal.

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Marcelo Meza - Derechos reservados © 2006
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Yapa -

LA MARIONETA

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre hielo, y esperaría a que saliera el sol.

Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna.

Regaría con lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos... Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida...

No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están, al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

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